Alguien pronuncia el nombre de Trump y yo me pongo en alerta. Algo ha pasado o, ¡atento!, que algo va a pasar.
Nunca defrauda a nivel no verbal.
En esta ocasión, el protagonista se encontraba en la cumbre del G-20 en Osaka. Pasa junto al presidente en funciones español, Pedro Sánchez, y…. BOMBA!!! Parece que le ordena sentarse.
Analicemos el momento detalle a detalle, instante a instante:
Primero se saludan estrechándose sus manos, muy correctos ambos, saludo vertical y mirada directa. Aquí Sánchez no coloca su mano en su habitual posición dominante (palma hacia abajo), ¿por qué será?
A continuación, Sánchez se desentiende de la situación para colocarse en su sitio y da la espalda a Trump.
En ese instante, algo hace Trump que llama la atención de Sánchez. Importante, no es este último quien reclama la atención, sino Trump. Es posible que haya algún contacto físico que no vemos, o que le diga algo, y entonces Sánchez se vuelve.
Es justo ahí cuando Trump extiende su brazo, saca su dedo índice, y parece indicar a Sánchez hacia su sitio. ¿Le pide que se siente?
El gesto es el típico de agresividad de Trump, si bien, en este caso, podría simplemente estar señalando algo.
Lo que más me choca es que Pedro Sánchez no se siente incómodo ni avergonzado por lo sucedido dado que, en casos anteriores que ha pasado por momentos así, su reacción es muy diferente: se suele coger las manos, se encoge corporalmente y ni mucho menos le vemos sonreír como aquí. Por este motivo, no me encaja que Trump le haya dado la orden de sentarse y él responda con una sonrisa, en lugar de con incomodidad.
Lo que sí es bastante evidente es que Trump parece creerse por encima del bien y del mal, por encima de los mortales, por mucho que sean también presidentes, y no le importa lo más mínimo lanzar una imagen de “aquí mando yo”.
Aunque… con éste parece que no se atreve tanto 😊