EL OTRO LADO DE LAS PALABRAS EN EL DEBATE A CUATRO

Con motivo del debate en Atresmedia de los cuatro líderes políticos con mayor expectativa de voto, he ido analizando, por primera vez en nuestro país, en directo, minuto a minuto, su otra comunicación, la más sincera: la no verbal. Este análisis fue seguido y comentado en las redes sociales por gran número de personas que deseaban conocer más allá de sus palabras a quienes les pedían el voto.

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A continuación, paso a analizar los aspectos que más me llamaron la atención de cada uno de los cuatro candidatos a la Presidencia del Gobierno:

PEDRO SANCHEZ

Aparece en escena frotándose las manos, gesto típico de nerviosismo o de impaciencia.

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Sin embargo, durante el debate, parecía el más relajado de los cuatro. Demasiado relajado diría yo. Tono de voz pausado y movimientos tranquilos. Excesiva calma que podría transmitir poca naturalidad.

Se le pudo ver una expresividad facial diferente a la que últimamente acostumbraba a exteriorizar: el enfado prolongado dejó paso a un rostro más relajado, sin que se le observasen emociones intensas, lo que pudo hacer que pareciera más distante y eso le dificultara conectar con quienes le veían por TV.

Mostró una gestualidad de manos acorde con su mensaje, positivo a la hora de ganar en credibilidad, sin advertirse, en general, movimientos cortantes o agresivos.

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Su posición corporal fue erguida y firme.

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Cuando aludía directamente a uno de sus compañeros de debate, a pesar de dirigirse a él o ella con la palabra, sin embargo no le miraba, sólo a los periodistas moderadores. Esto le podría hacer parecer poco comprometido con el contenido de su mensaje o, incluso, con miedo al cruce de miradas en sus acusaciones o reproches.

Cambió la apariencia respecto a sus últimas intervenciones públicas. Abandonó la camisa y la americana sin corbata para pasar al traje, dando una imagen mucho más seria y formal.

PABLO IGLESIAS

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Apareció en escena muy sonriente. Nada más salir del vehículo posó para las cámaras con una aparente alegría, tan exagerada, que pensé que más le valía acordarse de ella, para repetirla, cuando posara al terminar el debate. De lo contrario, podría parecer que entra más contento de lo que sale, con lo que eso significa. Y como así sucedió.

En cuanto a su apariencia, fue fiel a su imagen, a su marca personal: camisa sport y pantalón vaquero. Utilizó un color de camisa muy arriesgado: el azul, que delata la sudoración en sus axilas, como también se pudo comprobar. Como es normal, suda, mucho más en el contexto de un debate tan intenso e importante. Y el inconveniente no es que se advirtiera, sino que para un orador cualquier elemento de distracción es un problema de comunicación, puede interrumpir la recepción del mensaje por su destinatario al estar pendiente de otra cosa que no de sus palabras.

Siguiendo con los elementos de distracción, debemos hacer mención al innecesario uso del bolígrafo en su mano. No lo necesitaba, estaba de pie y sin folios donde apuntar y que pudieran justificar su uso. Parece que siempre lo necesita en sus intervenciones públicas, lo que se convierte para él en una especie de muleta en la que apoyarse, que le ayuda a autocontrolarse, algo que podría interpretarse como falta de seguridad. No olvidemos que cualquier objeto en la mano de un orador se convierte en un elemento de distracción para quien le escucha. Su poder de convicción pierde enteros.

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Además, debido también al uso del bolígrafo, su gestualidad se redujo al 50% por anular a la mitad uno de los medios más ricos a la hora de comunicar: el empleo adecuado de las manos en el discurso. Alguien con un objeto en la mano, como es un bolígrafo, se hace manco en su comunicación.

Respecto a la expresividad facial, vimos como pasó de esa sonrisa permanente inicial al Pablo Iglesias que todos conocemos, más tenso, más autocontrolado, más concentrado, con ese entrecejo fruncido al que nos tiene acostumbrado.

Su manera de expresarse fue la de los mítines, con una gran carga emocional. Imposible permanecer impasible al escucharle: o te hace retroceder y rechazar tanta vehemencia, o te atrapa emocionalmente.

Excesivo recurso al pedir a los demás que no se pusiesen nerviosos cada vez que discrepaban con él. Incluso cuando se le pedía una simple aclaración, como hizo amablemente el moderador del debate, también le dijo que no se pusiera nervioso, lo cual fue bien respondido diciéndole que él no estaba nervioso, que no se jugaba nada, que sólo le pedía una aclaración de sus anteriores palabras. Ello le hizo perder en credibilidad, dado que en lugar de explicar, atacaba.

Pablo Iglesias, desde los posados en grupo iniciales, ya exteriorizaba una posición corporal de líder, junto con Soraya Sáenz de Santamaría, con sus piernas abiertas y sus brazos caídos a los lados del cuerpo, sin cogerse sus manos por delante como los otros dos candidatos, en una actitud más protectora.

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ALBERT RIVERA

Fue el candidato que más nervios exteriorizaba. Ya desde que sale del coche que le conduce a Atresmedia y posa para las cámaras, su rostro muestra un brillo excesivo que parece de sudor. Repitió en multitud de ocasiones su gesto típico apaciguador de cogerse la parte inferior de una mano con la otra.

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Después, durante el debate, no se mostró relajado en ningún momento: posición corporal balanceante y gestos manipuladores constantes, se tocaba su propio cuerpo y se cogía el lateral de la chaqueta con excesiva frecuencia.

La rapidez de sus palabras iba en sintonía con esa tensión que acabamos de mencionar.

Su mayor riqueza comunicativa fue la gestualidad de manos que siempre le acompaña y que le hacen muy comprometido con su mensaje. Podremos pensar que estaba nervioso, pero no que no se creyera lo que decía.

La mirada a veces le traicionaba. Llamó mucho la atención como volvía su rostro a Soraya Sáenz de Santamaría cuando alguno de los otros candidatos exponía sus argumentos, como buscando cierta complicidad en ella.

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Fue un acierto que fuera el único que mostró a cámara soportes visuales que reforzaban sus mensajes, como cuando presentó titulares de periódicos. Este proceder dio peso de credibilidad a sus argumentos.

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En cuando a su apariencia, también abandonó el aire desenfadado y elegante de camisa y chaqueta que ha marcado estilo y prefirió mostrarse con traje con corbata. Una imagen más asimilada a la idea que solemos tener de un Presidente del Gobierno, dando un aire más serio y formal a alguien que cuenta con un físico muy juvenil.

SORAYA SÁENZ DE SANTAMARÍA

Hizo frente a las críticas sin agachar en ningún momento la cabeza. Llamó la atención durante el debate que, pese a que podía ser fácilmente criticada por su papel activo en el Gobierno, sin embargo, no se escondió en ningún momento.

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Al contrario, plantó cara a los demás candidatos durante sus intervenciones. Les miraba directamente (lo que se echó en falta en el resto), no retrocedía físicamente, su posición corporal era casi de perfil a los moderadores y dirigida a sus compañeros de debate.

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Su tono de voz también fue firme en sus respuestas, si bien la gestualidad en muchas ocasiones no le acompañaba, lo que podría restar credibilidad a sus mensajes por parecer muy trabajados previamente.

Su gestualidad fue pobre, aunque coordinada con el contenido del mensaje. Temas como el de la corrupción casi la congelaron en cuanto a sus gestos de manos, pues, durante el principio de su respuesta, más parecía una opositora dando el tema de memoria, que quien rebate con energía y convencimiento un punto de vista.

La expresividad facial de su rostro fue escasa en emociones. Incluso cuando parecía enfadada, dio pocas muestras externas de ello, salvo su mirada intensa atravesando al que la había provocado. En ocasiones se la advirtió una sonrisa asimétrica poco creíble.

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Por último, su apariencia fue formal y elegante: de terciopelo oscuro, consecuente con la ocasión.

En conclusión, una experiencia de debate entre cuatro líderes políticos de gran preparación, todos ellos muy diferentes, lo que dio mayor atractivo a sus intervenciones. Por mucho asesoramiento, horas de ensayo y entrenamiento, al final su comunicación no verbal les delata.

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