LA DURA IMAGEN DE UNA DERROTA

La judoca por Japón, Abe Uta, venía a las olimpiadas a por medalla. Estaba convencida de que la obtendría. Así lo había conseguido a la par con su hermano en ocasiones anteriores. Él ya había luchado antes que ella y había vencido, ahora era su turno.

Pero para su sorpresa, su contrincante, la luchadora de Uzbekistán, Diyora Keldiyorova, la vence.

La reacción de la japonesa, como suele suceder en tantas ocasiones, hay que verla, es imposible de describir con palabras:

He capturado los siguientes momentos porque nunca vi nada igual:

Desde su comunicación no verbal destaco:

1 – Se muestra primero sorprendida (Ojos abiertos y mirada perdida al infinito)

2 – Posteriormente desconcertada, como si no tuviera capacidad de reacción (Se queda agachada en el mismo lugar donde ha sido vencida)

3 – Y cuando ya es plenamente consciente de su derrota, su imagen de estar destrozada interiormente es la mayor que he visto jamás (si picas sobre la foto se te amplía):

  • Manos a la cabeza.
  • Mucha tristeza en su rostro.
  • Le cuesta levantar la mirada.
  • Más que llorar lo que hace es gritar.
  • Cae al suelo medio arrodillada.
  • Su entrenador trata de darla consuelo, tiene que sostenerla porque se derrumba literalmente. Es impresionante cómo ella se agarra con fuerza a él, a su camiseta.
  • Vuelve a caer al suelo.
  • Los gritos son desgarradores.
  • No le sirve de nada ni el intento de consuelo de su entrenador ni los aplausos del público  de pie gritando su nombre.
  • Se la tiene que llevar el entrenador porque ella no puede ni caminar.
  • Cuando se levanta, en ocasiones, se tapa la cara con el brazo, algo que se suele asociar a vergüenza.

CONCLUSIONES

De todo ello, mis conclusiones dos tres:

NUNCA HAY QUE CONFIARSE. Yo reconozco que, como abogado, los juicios que peor se me dieron fueron aquellos que, a priori, los daba por ganados. Mi mente no estaba preparada para una imprevista lucha.

SE PELEA PARA GANAR. La frase esa de que «Lo importante es participar» siempre he creído que era dicha por quienes no aspiraban a la victoria.

LOS ERRORES Y LAS DERROTAS HAY QUE TOMARLAS COMO LECCIONES. Si nos dedicamos a echar la culpa a los demás, a la mala suerte o al tiempo, no habremos aprendido nada.

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